En la estrategia de externalización es importante encontrar un equilibrio entre las funciones o actividades que seguirá desempeñando la propia compañía y las que delegará en un tercero. Se trata de un proceso. Solo el 30 % de las empresas que opta por esta vía consigue implantarla de una manera correcta.
Proceso de externalización en empresas
1. Realizar un estudio
Es una decisión importante que conviene estudiar bien. La organización decidirá contratar a otra empresa la realización de determinadas tareas, evitará una inversión o suprimirá una línea entera tras haber realizado un buen informe. Las decisiones estratégicas no son impulsivas. Hay que hacer un estudio en el que se indique la manera en la que se aplicará el outsourcing, los criterios por los que se regirá, los procedimientos y pautas a seguir, qué áreas se externalizarán y en qué consistirá, ya que no se pueden quedar tareas o actividades sin hacer.
2. Costes
El siguiente paso es valorar los costes, estudiar las ofertas existentes, las empresas disponibles y qué compañías pueden cubrir las expectativas y cumplen con lo niveles de especialización o profesionalización exigibles para cumplir el cometido.
Hay que calcular la rentabilidad del servicio de externalización antes, para realizar una previsión de costes, y después, para valorar los resultados.
3. Estudiar los riesgos del proveedor
Antes de externalizar un servicio, hay que estudiar los riesgos que implica contratar a un tercero. Investigar si trabaja para la competencia, cuál es su solidez financiera, su capacidad de producción, su reputación y seriedad a la hora de realizar las tareas. En definitiva, estudiar bien a la hora de elegir un proveedor de outsourcing de nómina.
Es responsabilidad y obligación de quien contrata documentarse correcta y rigurosamente antes de firmar un acuerdo. En el contrato hay que especificar los niveles de calidad exigidos, el seguimiento que se hará, los plazos estipulados y la penalización en caso de incumplimiento. En la externalización, hay que mantener un buen control de las empresas colaboradoras para que un error o fallo suyo no ponga en jaque el negocio propio.