La confianza se gana con mil actos y se pierde con solo uno
Como muchos padres, tengo la costumbre de leer todas las noches un cuento con mi hijo pequeño antes de dormirse. Había una vez…., Esta era una vez…., Hace mucho tiempo…., cada noche repetimos el mismo ritual, compartiendo pequeños momentos de complicidad y relajación.
Elige él. Unas noches cuentos clásicos, otras inventados e incluso improvisados….. “Papá venga que tengo que perfeccionar” me suele decir. La pasada semana eligió el cuento de Pedro y el Lobo, que supongo que todos recuerdan:
“Pedro, un pastor apreciado en su pueblo, engaña repetidamente a sus vecinos haciéndoles salir al monte al grito que viene el lobo. Todas las veces que la gente del pueblo se echa a las montañas a matar al supuesto lobo, Pedro se mofa de ellos. Hasta que un día finalmente, llega el lobo. Llega de verdad y Pedro corre a pedir ayuda al pueblo. Ese día, los vecinos escamados no confían en la llamada de Pedro y ni corren, ni atienden a su llamada, perdiendo todas sus ovejas”.
Como la mayoría de los cuentos, además de regalarnos buenos momentos, nos dan consejos de comportamiento. – ¿Cuál crees que es la moraleja de este cuento? – le pregunté a mi hijo. -Que no hay que mentir a nadie, y menos a papá – me contestó mi hijo de inmediato con una sonrisa pícara.
“Cuidar a los empleados y poner a los clientes por delante de los beneficios, los motores de confianza más importantes en las empresas “. (Barómetro de confianza de Edelman)
Efectivamente, la moraleja se centra en enseñar a los niños que la mentira no es buena, que genera falta de credibilidad y por tanto pérdida de confianza. Moraleja que perfectamente podemos extrapolar a todos los ámbitos de nuestra vida, y por supuesto al empresarial o laboral.
Palabras mayores (la confianza), que desgraciadamente se encuentra presente y de absoluta actualidad en nuestros días por su ausencia: “falta de confianza en los mercados”, “desconfianza en las políticas de empleo”, “la confianza en los políticos bajo mínimos”…. Tiene un papel protagonista en nuestro día a día, pero sinceramente creo que no opera de manera consciente. No sé, si es que el hecho de no hablar de ella de una manera explícita, la convierte en invisible, nos hace olvidar su incidencia en las relaciones con otros, o es que, realmente, no le prestamos la atención que realmente merece, porque entendemos que hay cosas más importantes.
En mi opinión, creo que más bien tiene que ver, con que no sepamos del todo como se genera, como opera y como se puede transformar en algo tangible en nuestro día a día.
De hecho, si lo pensamos, parece que nada ocurre sin confianza. Cuando montamos en avión, depositamos nuestra confianza en los pilotos. Si nos tiramos por primera vez en paracaídas, ponemos nuestra fe e integridad en el monitor, en un ejercicio de extrema confianza. Si nuestra empresa no creyera que podemos ser un valor añadido donde apoyarse, no nos hubiera contratado. Si, a su vez, nosotros no creyéramos en que nuestra empresa nos va a ser útil en nuestro desarrollo tanto profesional como personal, y obviamente, en que tiene la capacidad de pagarnos por nuestro trabajo, nosotros no lo realizaríamos.
Sin embargo, la realidad parece bien distinta. Recuerdo haber leído hace unas semanas un estudio realizado por la consultora internacional Towers Watson, sobre la confianza de los trabajadores con la dirección de la empresa o con sus jefes directos, según el cual sólo el 41% de los trabajadores españoles confían en el trabajo de los responsables de la empresa. Dato preocupante si tenemos en cuenta que la flexibilidad, la comunicación, el compromiso y la confianza son los pilares que diferencian a un equipo de trabajo de un equipo de alto rendimiento.
Como todo va unido, la falta de confianza debilita el compromiso, el rendimiento laboral, y las personas dejan de tomar decisiones, se vuelven incongruentes, etc. Pierden esa fuerza que estimula y entusiasma, y con ello aparece el final del equipo y un grave problema para la empresa.
No deja de ser curioso, que algo que debería fluir de forma natural “la confianza”, se acabe convirtiendo en una rara especie en peligro de extinción.
Parece lógico, que el objetivo de las empresas, debería ser, generar ese entorno de confianza donde los empleados se sientan con la seguridad suficiente para tomar decisiones y llevar a cabo acciones diferenciales.
Pero, ¿De dónde nace la confianza?, ¿Viene incorporada de fábrica?. Indiscutiblemente, y sin entrar en planteamientos metafísicos, lo que debemos tener claro es que la confianza nace en nuestro interior, en nosotros mismos, estando convencidos de nuestras aptitudes y de cómo afrontamos nuestras acciones diarias. Las respuestas que obtenemos de las relaciones que mantenemos con otras personas, serán las responsables que esa confianza crezca o se debilite.
Creer en nosotros, en nuestros proyectos e ilusiones, es el enfoque o filosofía vital que desde niños se nos inculca, para que podamos desarrollar nuestra propia personalidad. Si no partimos de este principio, resulta difícil entender que los demás confíen en nosotros.
“Por tanto, la confianza no es algo que se tiene o no se tiene, la confianza se crea, se va construyendo con pequeñas acciones que pueden irse enseñando y transmitiendo a todas las personas.”
Llegados a este punto, ¿Cómo podemos generar las empresas confianza?. Dar confianza, significa en realidad, entregar parte de ti a otra persona, y esto es lo que deberíamos pedir en estos momentos a todas las personas que gestionan nuestros equipos de trabajos: que dé a sus colaboradores y que les entregue algo tan valioso como su confianza, para que estos puedan sacar lo mejor que llevan dentro.
Debemos conseguir personas confiadas a través de la generación de un entorno confiable. Para ello necesitamos crear un clima de compromiso, comunicación y confianza con acciones encaminadas a servir de apoyo a nuestros equipos, estando cercanos a nuestra gente, a nuestros clientes y proveedores, escuchándolos y siendo honestos.
Las empresas necesitan generar confianza con todos sus grupos de interés, crear con ellos un vínculo emocional que los fidelice.
Estas son las bases que fomentan la confianza y que hacen que las empresas sean más productivas.
Pero cuidado, si perdemos la confianza de nuestros grupos de interés, resultará muy complicado volver a recuperarla, y si eso sucede, aviso a navegantes, no estoy seguro que no queden secuelas.
Esto nos lleva nuevamente al comienzo del artículo, al famoso cuento de Pedro y el Lobo, que podría ser la pequeña o gran historia de cualquier empresa de hoy en día. Todos conocemos empresas donde sus directivos se enorgullecen de contar con un gran equipo y cuando rascas un poco te das cuenta que la realidad es bien distinta: comunicación poco fluida, no se comparten ideas y problemas, no existen procesos de trabajo comunes porque no hay confianza entre el equipo o entre las personas de ese equipo y la dirección.
Seguro que este no es tu caso, pero no bajes la guardia, mantente alerta y pon los medios a tu alcance para generar confianza, porque recuerda que algún día el lobo puede llegar y nadie te creerá.